miércoles, 29 de agosto de 2012

Aceptar todo, chocar con todo.

Ya estoy a mitad de año y digo una sola cosa.
¡Me podrí de hablar de política! Me tienen jodidamente loco que la gente hable de política. Que mi "país" está atravezando un proceso de transformación con respecto a los últimos 10 años, donde la sociedad debe acostumbrarse.

Yo veo lo que pasa. Veo gente, veo pibes, veo laburantes, ancianos, estudiantes, que padecen las incertidumbres de este sistema. La transformación es sólo ficticia, los lugares son ficticios y, naturalmente, padecemos el bombardeo mediático de cada una de las posiciones que toman bandera.

Puedo decir que cualquiera que reciba ayuda de un funcionario, naturalmente, lo va a defender, por más que se encuentren baches, eso pasa en todos lados. Si uno está bajo patrón, aunque el patrón sea exigente y una basura con respecto a otros dependientes, el primero, lo va a defender a rajatabla porque, de hecho obtiene grandísimos beneficios, a costa su dignidad.

Me choca que los argumentos que friccionan con este sistema, sean tan básicos y proporcionales, como los que apoyan este sistema. Es algo agobiante y estúpido.
Las convicciones no existen, la militancia es bastardeada y ficticia, los objetivos son eternos y la gente...la gente sigue igual.
Todo es consecuencia de la falta de amor entre las sociedades. Falta de razón y compromiso real con los demás. El compromiso social no va por lo que decida uno solo, actúa colectivamente. Por eso mi razón lleva a destacar que transformar al hombre depende del hombre explotado, que no es político, que no es clase dominante, que no es burgués. En un país donde cincuenta tipos, cuya cabeza importante se destaca y es más importante que la solidaridad colectiva, quiere decir que estamos para el reverendo ojete. Si alguien lee esto sepan absorber que mi propuesta se basa en destronar los argumentos políticos para pensar en nosotros como sociedad. El negocio de los que manejan en el país, es que se hablen de ellos, sea a favor y en contra. Nosotros debemos romper con ese negocio, quemar el contrato. Debemos omitirlos de nuestras vidas, para que nuestra vida sea libre. Ver la calle, ser amigo del otro, ser uno más con el otro. El día que esto sea así, la política no será cuestión de gabinetes, será cuestión de sociedades reales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario